lunes, 30 de julio de 2018

[La Jornada] Lo que la Segunda Guerra Mundial nos dejó

Han pasado 73 años desde que la Segunda Guerra Mundial finalizó, permaneciendo, aún hoy en día, huellas que marcaron a la humanidad en uno de sus peores momentos. A través del manga y anime, se nos relatan historias que abordan este conflicto bajo distintas perspectivas: aquellos que se enfocan en los problemas personales y sociales que atraviesan los personajes en sus respectivos países; y los que se centran en el campo de batalla, con todo lo que conlleva política, social, económica e ideológicamente. Lo cierto es que en estas obras, que hay desde las basadas en ciertos eventos hasta autobiográficas, se intenta mostrar el horror de los hechos cometidos por el hombre hacia sus iguales, dejando un sabor amargo a quienes se acercan a ellas.

Son dos obras las que me parecen adecuadas para tratar este tema, debido a la crudeza con la que lo representan. La primera es Hadashi no Gen (Gen, el descalzo), un manga autobiográfico de Keiji Nakazawa, sobreviviente de la bomba atómica que devastó Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Él, a sus seis años, perdió a su padre, a sus hermanos y presenció cómo su pueblo perecía, viendo los estragos que la radiación causó en los supervivientes, entre ellos, su pequeña hermana.

Gen Nagaoka, el alter ego del autor dentro de la historia, no sólo debe soportar las inclemencias que los efectos de la bomba dejó en Hiroshima, cuidar de su madre, continuar adelante pese a las penurias, sino que los ojos de los mismos japoneses lo desprecian, debido a la apariencia y por miedo a la radiación. Actualmente, los sobrevivientes siguen siendo tratados así, como si fueran apestados, por lo que ellos representan: la derrota de Japón en la guerra y el profundo dolor que provocó el arma. 

Es sobrecogedor ver los primeros segundos, los niños jugando cuando una ola expansiva se lleva todo a su paso. La secuencia posterior, en que vemos cómo las personas van muriendo, es desgarradora, perturbadora. El mangaka critica al gobierno y las fuerzas armadas japonesas de ese entonces por no haber tomado responsabilidad de los acontecimientos de ambas bombas atómicas y de las penurias que se pasaban por todo el país, al igual que señala cómo los japoneses que no compartían la ideología imperialista eran perseguidos, como le sucedió a la familia del autor. Debido a estas críticas, en algunas escuelas japonesas se ha dejado de usar este manga como material didáctico para hablar sobre estos hechos, ya que la imagen que muestra de Japón es desfavorable.

Esta obra es muy fuerte visualmente, pero ello permite darnos una idea de lo que las víctimas mortales y supervivientes pasaron, nos produce empatía por todo aquel que se vio dañado por la guerra. 

El segundo manga es de Osamu Tezuka, llamado también el "Padre del Manga", que nos ofrece otra visión. Adolf ni Tsugu, tiene como protagonistas a tres hombres que llevan el mismo nombre: Adolf Kaufmann, Adolf Kamil y, claro, Adolf Hitler. La trama se ubica en dos lugares, Alemania, empezando por el escenario de los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, con Hitler aplaudiendo felizmente por las constantes victorias del pueblo alemán; y Kobe, ciudad japonesa, en que se encontraba la oficina diplomática de los nazis, donde los otros dos Adolfs, niños, son amigos sin importar que Kamil sea judío. 

Toge, un reportero japonés que cubre el evento deportivo, recibe una llamada de su hermano, quien le revela la existencia de unos documentos que podrían poner fin a la guerra: sangre judía corre por las venas de Hitler. La Gestapo y la SS se ponen en marcha para eliminar esas pruebas, mientras otros intentan que salgan a la luz. Las persecuciones y luchas más cruentas comienzan, mostrando con detalle el avance de la guerra en el mundo. Por otro lado, Kaufmann entra a una escuela hitleriana en Kobe, por lo que su ideología de vencer nazis cambia radicalmente, enfrentándose a su amigo Kamil a muerte, tras el asesinato de sus respectivas familias a manera de venganza. La trama finaliza con la consolidación del Estado de Israel y cómo Toge visita las tumbas conjuntas de los tres Adolf, siendo él quien narra e hila todas las historias. 

Tezuka retrata las vejaciones hacia la humanidad, tanto aquellas ocurridas en campos de concentración en Europa como los sucesos en Manchuria y otras zonas de China por parte de los japoneses. Nadie, ni aliados ni los del Eje se salvan, todos cometieron hechos que siguen dando escalofríos sobre lo perverso que puede ser el hombre. Critica cómo el gobierno japonés engañaba al pueblo, diciendo que iban ganando la guerra, y señala el servilismo hacia los alemanes (y posteriormente, hacia los estadounidenses tras los acontecimientos de ambas bombas). 

Adolf es un manga fuerte. Tezuka se documentó bien para poder representar tanto en diálogos como en las viñetas lo que fue la Segunda Guerra Mundial. Por ello, resulta una lectura recomendada, en especial, porque no es la clásica idea nacionalista de héroe que dan los estadounidenses en sus películas, sino la visión oriental, japonesa, que no disculpa a nadie por lo ocurrido en el conflicto bélico, ni de uno u otro bando.

Este tipo de manga y anime nos sensibiliza, nos hace ponernos en los zapatos de quienes vivieron en esa época, no de los soldados ni del gobierno, sino del pueblo, quienes se llevan la peor parte, son el daño colateral de aquellos que sólo hacen guerras de acuerdo con sus intereses. No podemos glorificar ni vituperar a quienes participaron, porque la vida siempre se mantiene con un tono grisáceo, pero sí podemos hablar de los crímenes deshumanos que las personas cometieron contra otras, quienes no tenían por qué ser humilladas y ultrajadas. 

No olvidemos el pasado, algunas cosas no deben repetirse.

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