domingo, 1 de noviembre de 2015

[La Jornada] México y Japón donde los difuntos van de fiesta

Ya había escrito sobre el festival Obon, pero complementé más esto e hice una comparación con el Día de Muertos, aquí en México.

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Se acerca el Día de Muertos, fiesta de origen prehispánica, atribuida más a la cultura mexica, que posteriormente fue aceptada por los españoles, mezclando elementos de ambas culturas, aunque conservando su esencia. Sin duda, es la festividad más colorida que tenemos en México que nos acerca a nuestros muertos y a nuestras raíces. Y, curiosamente, al otro lado del Océano Pacífico, se lleva a cabo un festejo similar llamado Obon.
El festival Obon se celebra en Japón en agosto y dura tres días, generalmente entre el quince y diecisiete, aunque últimamente han variado esas fechas en las distintas regiones niponas.
El Obon tiene su origen en una leyenda budista. Ésta se centra en un discípulo de Buda llamado Maha Maudgalyayana, o Mokuren, quien empleó sus poderes sobrenaturales para contactar con el espíritu de su madre fallecida. Al hacerlo, descubrió que ésta se encontraba en el reino de los fantasmas, donde sufría interminablemente. Alarmado por esto, se dirigió a Buda, preguntándole cómo podía liberar a su madre de ese sufrimiento. Buda le dijo que debía hacer ofrendas el día quince del mes séptimo. Mokuren así lo hizo, y pudo verla, y no sólo eso, sino que vio también la verdadera naturaleza de su pasado desinteresado y los muchos sacrificios que su madre hiciera por él. Alegre por su liberación y agradecido por su bondad, ambos bailaron contentos.
Esta leyenda nos da pistas de ciertas actividades que se realizan en el Festival Obon, también conocida como el Festival de los Muertos. Así, se da inicio al festival con un baile tradicional llamado Bon Odori(o  “baile Bon”, o “Baile de los muertos”), que es una bienvenida a los difuntos.
Este baile se hace generalmente en parques o plazas donde hay templos budistas, y se caracteriza por la rueda formada por las personas, dando vueltas alrededor de una torre (taiko), de la cual se desprenden hilos que sujetan farolillos de papel; el baile va de acuerdo al ritmo del tambor.
Así como nosotros ponemos en nuestros hogares una ofrenda con la comida que a los difuntos les gustaba, colocamos fotos y los guiamos con velas y flores de cempasúchitl, en las casas japonesas se ponen ofrendas delante de un altar budista (butsudan). La ofrenda consiste en onigiris (bolas de arroz), pepinos, berenjena, sake, dulces, velas, incienso, fotografías de los difuntos, flores y alguna deidad budista.
Lo anterior tiene su significado: el arroz y el sake son lo que el difunto puede comer; el pepino y la berenjena simbolizan, respectivamente, un caballo y una vaca. Puede sonar raro esto, pero los japoneses creen que los difuntos llegan a caballo a sus viejos hogares, porque saben que deben apresurarse a comer su ofrenda y a visitar a sus seres queridos, pues su tiempo es limitado; después, su regreso al otro mundo lo hacen montados en una vaca, a paso lento, ya que es una pena para el difunto el despedirse de nuevo.
También durante el festival se acostumbra visitar las tumbas de los difuntos (haika mairi que literalmente significa “una visita a la tumba”) para limpiarlas, dejar ofrendas que puede ser comida y bebida, y adornar con flores, costumbre que tenemos también en México para darles la bienvenida.
En el Día de Muertos ponemos velas en los altares para guiar a os muertos; en el festlval Obon se colocan farolillos de papel en las puertas con este mismo propósito. El último día del festival, por la noche, se quitan los farolillos, y se tiene por tradición el dejarlos flotar sobre algún río o mar, simbolizando el regreso al mundo de los muertos.
Con lo descrito, ¿cómo no pensar en el Día de Muertos en México? Bueno, por lo que sé, en muchos países latinoamericanos se tiene una tradición similar al Día de Muertos, claro, cada uno con sus variantes.
Así, el festival Obon se relaciona por esa celebración y respeto hacia los muertos. La muerte se ve como algo normal y cíclico, como si fuera una vieja amiga a la que tarde o temprano veremos otra vez. Y digo otra vez porque en estas fiestas se entra en contacto indirecto con ella.
Saber que hay tantas similitudes entre el Día de Muertos y el festival Obon nos hace ver que, si bien Japón está del otro lado del mundo y hablan otra lengua, el sentimiento y el pensamiento por nuestros muertos es el mismo y es lo que nos une, sin importar la nacionalidad.

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