El siguiente fanfic, está basado en los personajes y el universo del manga de Akira Amano, Katekyo Hitman Reborn!; a su vez, introduzco dos personajes originales.
El galope del Potro cuenta la historia del 1ª Cavallone y cómo conoce a la familia Vongola.
Sin más, dejo el primer capítulo.
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Capítulo 1
La fría noche que envolvía al bosque y la amarillenta luz de
la Luna, que daba al lugar un aspecto siniestro, eran los únicos testigos de
los ruidos que resonaban con mucha fuerza. Al estar todo en completo silencio,
hasta una hoja cayendo al pasto se escuchaba como si fuera un elefante que cae
de su monociclo. Lo que se oía ahora era
el tronar de ramas y hojas al ser pisadas con algo. También se podía percibir
un murmullo.
-
- - ¡Tengo que… seguir… - decía un hombre, de
cabello negro y ojos azules, mientras corría a través del bosque – debo… resistir…!
Un poco más atrás de donde se encontraba el hombre, otras
personas, vestidos de negro, corrían con pistolas, navajas y lámparas en las
manos.
¡ - Hay que encontrarlo! – gritó uno de los
hombres, quien parecía liderar a los otros - ¡No lo maten, el jefe lo necesita
con vida, pero no le pasará nada si no tiene alguna extremidad!
El líder rió y sus hombres le
siguieron. El ojiazul, pudo escuchar muy de cerca esas risas. Sabía que si no
se apuraba, sería el final para su familia. A él no le importaba su propio
bienestar, sino el de su amada familia. No podía dejarla en aquellas
condiciones. Empezó a correr más aprisa, esquivando los árboles y saltando sus
raíces como pudo, pero, ya muy cansado, apenas y podía estar de pie y ver
claramente. El sudor que brotaba empezaba a serle molesto, recorría todo su
rostro y cuerpo. El crujir de las ramas le advirtieron que sus perseguidores le
pisaban los talones. “Están cerca. Debo seguir…” Sin embargo, el cansancio lo
venció, haciéndolo tropezar con una catarina que iba camino a resguardarse del
frío en un tronco. Una vez en el suelo, la fuerza en sus brazos y piernas no
respondieron, y menos cuando se dio cuenta que aquellos hombres estaban frente
a él.
- ¡Miren, chicos! ¡Aquí está el prófugo!
El llamado “prófugo” veía al líder,
sabía que no podría escapar de él y sus hombres en tales condiciones. “Si tan
sólo tuviera la fuerza suficiente…”, pensaba.
- ¿Lo llevamos de regreso? – preguntó uno de los hombres.
- No. Ya está muy oscuro – contestó el líder –
mejor mañana lo llevamos ante el jefe, hay que buscar una casa o algo. Así
sirve que podemos divertirnos con él un rato, ¿no creen?
De las nubes grises que decoraban
el manto negro y estrellado, comenzaron a caer gotas de lluvia. El pobre
hombre, escuchaba lo que los hombres decían, pero cuando el líder se acercó a
él, la vista se le nubló.
- - Cerca de aquí hay un pueblo. Diez de ustedes se
vienen conmigo, los demás vayan a ver si sacan algo de provecho.
-
-¡Sí, señor! – exclamaron los demás.
Uno de los hombres cargó al
perseguido y, junto al líder y otros ocho, se encaminaron en busca de un
refugio para la fuerte lluvia. Ya cuando se iban a meter a una cueva, uno de
ellos vio a una corta distancia una casa.
Mientras, los otros hombres
llegaron al pueblo. Para ser más de las doce de la noche, en el pequeño pueblo
italiano aún se podía percibir la alegría de sus habitantes nocturnos. A unas
cuadras de donde ellos se encontraban, se escuchaba el bullicio de la gente que
bebía y seguía divirtiéndose en la feria local. Los hombres de negro, sacaron
sus armas y caminaron hasta el lugar. Al principio, la gente no los vio pero
cuando uno de ellos disparó de forma mortal a uno de los habitantes, comenzaron
a correr y gritar asustados. Los vándalos
irrumpieron en las casas cercanas a la feria, robando e hiriendo a sus
moradores.
En una mansión no muy lejos de ahí,
un hombre de pelo rojo, y con una especie de tatuaje en el lado derecho de su
rostro, caminaba presurosamente en el pasillo, dirigiéndose a una gran puerta.
La abrió y en el inmenso cuarto, un hombre rubio y de ojos azules, sentado en
un sillón rojo, levantó su mirada para ver al pelirrojo.
-
- ¿Ocurre algo? –preguntó el ojiazul.
- Me temo que sí. – dijo el pelirrojo tras hacer
una breve reverencia - Acaban de informar que aproximadamente 20 tipos armados
irrumpieron en casas, asaltando y matando a una persona.
El rubio se paró. Tomó del
escritorio unos guantes blancos con el
número 27 grabados en ellos.
En el pueblo, los sujetos armados,
con costales llenos de dinero, joyas y demás cosas, ya se disponían a irse.
Casi a las afueras del pueblo, uno de ellos, que estaban liderando al grupo de
bandidos, cayó, poniéndose de rodillas.
- ¡Hey, Mario! ¿Qué te pasa? –gritó uno de los hombres.
La boca de Mario escupió sangre,
sus compañeros se acercaron a él. Un gruñido se escuchó al ver que Mario había
sido alcanzado por una flecha, atravesándole el pecho. Al darse cuenta de ello,
tomaron sus armas, listos para cualquier cosa, pero de la nada salieron otras
flechas, dando a 5 blancos.
- ¡Malditos! ¡Salgan de sus escondites, cobardes! – exclamó uno de los bandidos.
- - Si es lo que deseas – dijo una voz desde la
frontera del bosque.
El chico rubio, acompañado del
pelirrojo y otros 10 hombres, salieron del bosque. El chico del tatuaje tenía
en sus manos un arco, y el que parecía ser su jefe, tenía sus manos envueltas
en flamas, al igual que en su frente, sólo que ahora sus ojos eran del color
del fuego, mostrando destellos naranjas y amarillos. De unos golpes propinados,
unos flechazos y unos disparos a los hombres trajeados, sólo quedaron en pie
unos 6, los cuales corrieron hacia el bosque, con todo y las cosas que habían
robado, buscando ayuda de sus otros compañeros.
-
- Sigámoslos – dijo el rubio– nos llevaran con su
jefe. Tenemos que devolver lo que robaron.
En lo que pasaba eso, en la casa en el bosque, el chico castaño ya había despertado. Lo primero que sintió al despertar fue una cosa que le raspaba y le provocaba algo de comezón, “¿será un cactus? Me pica mucho.” Pero vio que era una cuerda la cual le ataba manos y pies.
-
- - Así que ya despertaste – dijo el líder con una
navaja en la mano.
- - Por favor, piensa en lo que estás haciendo,
Lucius. Lo que Chencho quiere hacer no es lo correcto y tú lo sabes.
¡ - ¡Cállate! ¡¿Tú qué sabes?! ¡Dándole la espalda a
tu hermano cuando te necesita! ¡Eres un traidor! – el tipo empuñó con fuerza la
navaja y se la clavó al ojiazul en el vientre.
El chico de gritó ante el dolor que
le provocaba la herida, la cual no era mortal pero era obvio el dolor que le
causaba. El líder comenzó a reír tras ver la casa de sufrimiento de su víctima.
En eso, los hombres que habían escapado del chico rubio y los otros, entraron a
la casa, exaltados.
- ¡Líder! ¡Mario y los demás fueron asesinados por unos sujetos! – dijo uno de los recién llegados, apenas y pudiendo respirar.
¡ - ¿Qué?! No podemos…
¿ - No pueden qué, desgraciados? - se oyó la voz de
un hombre, se escuchaba en el marco de la puerta principal.
El rubio y el pelirrojo estaban en
la entrada. Al verlos, los vándalos se estremecieron y se resguardaron tras su
líder.
- S-son ellos...
- No les perdonaré lo que hicieron, robaron a
familias y asesinaron a un miembro de mi familia – dijo el ojifuego mostrando una
actitud desafiante.
Con sus manos envueltas en llamas,
fue golpeando a los hombres que se le cruzaban. El chico tatuado le entró al
quite con sus flechas, acertando cada uno de sus tiros al pecho. El líder se
quedó paralizado al ver a sus hombres noqueados tan fácilmente, siendo él único
en pie. El pelinegro veía el espectáculo maravillado hasta que un pensamiento
le surgió “Un momento… ¿a mí también me golpearán? El tipo de las flamitas se
ve enojado… y el otro tiene pinta de pandillero…” En su cara se dibujó una
expresión de horror. En lo que él pensaba aquello, el líder
se hizo para atrás pero no pudo escapar del súper gancho derecho de
“flamitas”, siendo también noqueado.
- Mira, aún queda uno –le dijo el pelirrojo al
rubio, quien ya no tenía las flamas y sus ojos volvieron a un hermoso azul,
señalando al cautivo.
-
- Él no es de ellos. Además está herido.
-
- Hay que verificar – y, dirigiéndose al chico atado
- ¿Tienes que ver con ésos bastardos?
- No tengo que responderte – contestó con
brusquedad y volteando la cara a otro lado.
-
- ¡Entonces te mataré!
- Yo… nunca pensé que mi hermano fuera capaz de
mandarme a matar… - decía el pelinegro como si se hablara consigo.
- - Te ves débil – dijo el rubio, desatándolo – te
llevaremos a mi casa.
- - P-pero, Primmo, no sabemos nada de él, y ¿si es
un hitman que lo quiere eliminar?
- No es así, G – dijo el rubio con una gran
serenidad.
- - Primmo… - el pelirrojo desistió en tratar de convencer
a su jefe al verlo tan convencido por lo poco que el misterioso chico había
dicho.
- Me llamo Giotto, Giotto Vongola –el jefe tendió
su mano al pelinegro.
¿ - Vongola, dices? – exclamó sorprendido, haciendo
que volteara a ver a su interlocutor.
- - Sí, ¿algún problema?
- No – y el chico volvió a su actitud ruda,
cerrando los ojos en forma desafiante – pero, hay algo que puedes hacer.
- Claro- contestó el otro alegremente.
- - ¡P-primmo! –intervino el pelirrojo en tono de
reproche.
- Tranquilo, G – contestó su jefe, luego
dirigiéndose a su nuevo invitado - Pero dime tu nombre antes.
- Soy Andrea Cavallone – dijo, con un tono algo
frío, apretando la mano de Giotto.
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