La siguiente historia es un drabble, cuyos personajes pertenecen al universo del manga/anime Digimon.
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Ya no puedo con la situación. Me
es difícil el seguir adelante ante la desesperación. Una desesperación que
incluso puede olerse y verse, a pesar de que ahora la Isla File está sumida en
una constante y profunda oscuridad.
Un día, sin ningún aviso, una
gran nube cubrió toda la isla. Los árboles se pudrían. Los ríos se
contaminaron. El aire se volvió pesado y difícil de respirar. Un gran número de
digimons comenzaron a trastornarse por el cambio tan brusco en la isla. El
estado de ánimo de los digimons los hacía violentos, se peleaban entre sí sin
ningún motivo.
En ese momento, nosotros, los
digimons de los niños elegidos, los llamamos para que nos ayudaran a salvar
nuestra isla de lo que fuera que le estuviera pasando.
Nuestros tamers vinieron. Pensé que con ellos
aquí se podía hacer una diferencia. Por unos segundos olvidé mi mundo en
penumbras cuando vi a mi querida tamer, Kari, la luz que cambió mi vida.
Buscamos por toda la Isla alguna
pista que nos ayudara. En las montañas, en los ríos, en los bosques, en las
aldeas, en todo lugar al que íbamos lo único que encontrábamos eran cadáveres,
cadáveres de nuestros amigos digimons que hace tiempo nos habían ayudado.
La visión de sus cuerpos fue
impactante para todos. Unos estaban masacrados, resultado de las peleas entre
ellos, y otros tenían los ojos saltones y llenos de sangre. Fuimos al Pueblo de
Inicio, pero los digihuevos aplastados borraron en nosotros una esperanza. Es increíble
cómo la oscuridad provocó esto.
Tras aquello, el ánimo de todos
disminuyó, en especial de los tamers. Se volvieron callados, sombríos.
Discutían entre ellos muchas veces, y a veces las terminaban con golpes.
La que cayó en la oscuridad y
cambió todo fue Kari. Ella era la más susceptible por su emblema de luz. Empezó
a decir cosas siniestras, como si la oscuridad le transfiriera sus motivos.
No me gusta recordar ese día, el
día en que Kari fue consumida por la oscuridad. Mientras dormíamos, vi cómo
Kari tomó su silbato y, con su cordón, rodeó los cuellos de sus amigos y de los
digimons, quienes no pudieron defenderse y sólo mostraban expresiones llenas de
terror ante la desfigurada cara trastornada de Kari.
Yo pude escapar. Escuchaba que
Kari hacía lo mismo con los digimons sobrevivientes. Le temo. Ahora le temo a
su luz. A su luz fragmentada.
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