Capítulo 2
- ¡¿Cavallone?! ¡¿La familia de asesinos?! -
exclamó el pelirrojo, después dirigiéndose al Primo – En ése caso es mejore
eliminarlo.
Antes de que el rubio dijera algo,
el pelinegro habló con las pocas fuerzas que le quedaban.
-
Sí, soy de Cavallone pero… mi familia… está…
El chico se desmayó. G continuaba
con su intención de matar al chico del cual desconfiaba tomando su arco y
apuntándole a la cabeza, pero la mano y la negativa en la expresión del rubio
lo detuvieron. Giotto se inclinó y pasó el brazo del desmayado atrás de su
cuello, tomándolo con la otra por la cintura.
-
Vamos a casa. Allá nos contarás tu historia.
Cuando por fin despertó, Andrea se
encontró acostado, con el pecho desnudo y vendajes, sobre una inmensa cama en
una gran habitación. El chico se incorporó sintiendo de nuevo el dolor que le
causaban sus heridas. Se paró de la cama y comenzó a caminar en la habitación,
observando los cuadros italianos colgados en la pared, los dos libreros
gigantescos, un armario y unas fotos colocadas sobre un estante; eran fotos del
Vongola con su familia. A lado de éstas, había un papel, él lo tomó y leyó: “Si
ya despertaste siéntete libre de usar el baño. Tus heridas ya fueron tratadas
pero no te esfuerces. Una vez que estés listo, una persona te llevará conmigo
para que hablemos. Atte. Giotto Vongola”. A lado del nombre había un símbolo
algo extraño, parecía una concha de mar con alas, corona y demás cosas raras.
El pelinegro dejó el papel donde lo
encontró y, del otro lado de la habitación encontró la puerta que daba al baño.
Abrió la puerta, terminó de quitarse la ropa y las vendas y entró a la
regadera. Mientras las gotas de agua recorrían su cuerpo, se puso a pensar
sobre lo sucedido con su hermano y lo que podría ser el final de su familia.
“Definitivamente iré por ti, hermano”, pensaba. Salió del baño y vio que sobre
la cama había ropa. “¿De dónde habrá salido?”. Se puso el pantalón negro y la
camisa azul claro. Una vez vestido, salió del cuarto y, para su sorpresa quien
lo llevaría con Giotto era el chico con cara de maldito mafioso.
-
Sígueme – le dijo secamente.
Andrea caminó tras él en silencio
mientras que veía el largo pasillo de aquella mansión. Tras unos minutos
caminado, el chico pensó que el pelirrojo lo llevaba a un cuarto de tortura
pero ésa idea cambió cuando G se detuvo y abrió una puerta; hizo una señal a
Cavallone de que entrara. Ambos chicos entraron. El pelinegro observó en la
mitad de aquel lugar una gran mesa rectangular con ocho sillas; sentado en la
parte ancha sobre una silla que se veía muy cómoda, Giotto le hizo un ademán
para que se sentara. G se sentó a la derecha de su jefe mientras Andrea se sentó
del lado izquierdo dejando un lugar vacío.
El pelinegro se disponía a contar su historia pero “flamitas” lo
interrumpió.
-
Espera un momento…
Al decir eso, la puerta se abrió y
aparecieron dos tipos. Uno de ellos vestido con una gabardina, de pelo corto y
blanco, (¿)se sentó en el lugar que Andrea había dejado. El otro tipo tomó
asiento frente al pelinegro, y lo primero en lo que se fijó del recién llegado
fue en su extraño peinado. “¡Wow! ¡Es un chico-piña!”, y tras pensar eso un
“ja” escapó de sus labios. Una vez que todos se sentaron, Giotto habló.
-
Bien, antes de comenzar – dijo dirigiéndose a
Andrea – te presentaré. Él es Alaude – señaló al de cabello blanco – es mi
consejero externo – el chico lo saludó con un leve movimiento de cabeza – Y
éste – señaló al chico-piña – es Daemon Spade.-
la Piña miró al pelinegro con un dejo de desprecio – Bueno, a él ya lo
conoces, mi mano derecha, G.
“G, ¿qué clase de nombre es G?”, se burló el
pelinegro.
-
Él es Andrea Cavallone.
-
¿Cavallone? ¿Acaso no es un enemigo? –
preguntó Spade.
-
Lo mismo digo. Deberíamos asesinarlo ahora mismo
– al pelirrojo se le dibujó una expresión sádica en el rostro.
-
No – contestó su jefe tranquilo – por lo poco
que sé, su familia está en peligro y todo se debe a su hermano mayor, quien es
el jefe de la familia Cavallone. Andrea no es una mala persona. Bien, ¿ahora
nos contarás tu historia?
El pelinegro que
no había dicho nada en lo que hablaban los otros tipos, estaba inmerso en sus
pensamientos. La voz del rubio llamándolo distrajeron al ojiazul, su voz sonaba
preocupada.
-
¿Andrea?
-
¡Ah! – exclamó por fin – Yo no tengo nada que
decirles.
-
Deberías. Vongola ya está involucrada en tu
problema – dijo Alaude – desde que un miembro de nuestra familia murió.
-
Yo nunca les pedí ayuda ni que se involucraran –
contestó fríamente el pelinegro.
-
Ya lo estamos y, por favor ten en cuenta que
Vongola te ayudará – dijo Giotto.
-
Déjelo, Primo. Si él no quiere nuestra ayuda
deberíamos dejar que su hermano lo mate…
-
Es suficiente, G – el rubio lo reprendió con la
mirada.
Cavallone pensó en lo que el chico
con gabardina había dicho. “Tiene razón, ésa persona murió porque ésos tipos me
perseguían. Al menos debería contarles el motivo de aquello. Después yo solo me
encargaré de ello”.
-
Bien – dijo al fin, cruzando sus piernas y
mirando por unos momentos hacia el techo – Mi hermano mayor, Chencho, tomó el
cargo de la familia Cavallone tras la muerte de nuestro padre. Pero mi hermano
no es como mi padre. Él procuraba mucho a la familia y evitaba el tener
problemas con la mafia. En cambio, mi hermano tiene la idea de que debe meter a
los Cavallone en el bajo mundo – soltó un gran suspiro – y posicionarse como la
familia más poderosa y, de ésa forma,
mejorar el estilo de vida de la familia. Así que empezó a reclutar hombres para
su “ejército”, pero no todos se ofrecían voluntariamente y forzó a los hombres,
incluso a jóvenes inexpertos, a entrar a la guerra contra la familia Cavalcanti
– guardó silencio unos instantes y prosiguió – Yo intenté que entrara en razón,
su ideal estaba costando demasiadas vidas, pero en vez de que me hiciera caso…
él me contó acerca de un plan que seguramente involucrará a tu familia – se
dirigió a Giotto.
-
¿Plan? – preguntó Alaude.
El chico rubio escuchaba
atentamente con los ojos cerrados, como si estuviera meditando o planeando
algo.
-
Lo que Chencho quiere es enemistar a las
familias aliadas de Cavallone. Los que sobrevivan a ésa masacre contarán con el
apoyo de mi hermano y serán parte de su ejército. Una vez que tenga a los
hombres más fuertes, comenzará a atacar a las demás familias y, conociéndolo,
obligará a los perdedores a unirse con él. Al final, atacará a las grandes
familias como la tuya, Vongola.
Giotto abrió los ojos y miró a
Andrea.
-
¿Y cuándo planea Chenco atacar? – preguntó G con
la misma mirada despectiva hacia Cavallone.
-
No lo sé –contestó poniéndose de pie.
-
¡¿Cómo que no lo sabes, maldito?!
Giotto puso su mano sobre el hombro
izquierdo del chico tatuado tratando de calmarlo.
-
Como sea, debemos estar preparados para lo que
venga.
“No puedo dejar que se involucren
más”, pensaba Andrea. “Fue bastante con que me ayudaran en la cabaña. Esto debe
hacerlo por mi cuenta”. El chico, sin decir más, salió corriendo de la
habitación. El rubio trató de detenerlo pero G lo detuvo del brazo.
-
Déjalo. Creo que él sabe que en sus condiciones
no puede hacer mucho.
-
Siento que no nos contó todo – dijo Alaude
pensativo.
-
Sí, Chencho es un gran estratega y estoy seguro
que oculta algo – Spade se paró – Iré a investigar unas cosas. Me retiro.
El chico con peinado en forma de
piña se fue. Salió de la mansión y se dirigió al bosque, mirando de vez en
cuando hacia atrás vigilando que nadie lo viera o siguiera. Del otro lado de
ése lugar, Andrea caminaba con dificultad, una de sus heridas se abrió cuando
salió corriendo de la habitación y, ahora entendió el porqué de no esforzarse
mucho. El bosque, a diferencia de la noche anterior, se escuchaba con mucha
vida, podía oír a las ardillas correr por ahí. “Ahora lo que debo hacer es
regresar a casa y lograr que Chencho olvide ése tonto plan. Si no quiere
entender con palabras lo obligaré con
una golpiza”. El pelinegro siguió caminando pero se detuvo al escuchar un
ruido. Eran los pasos de una persona que, por juzgar por el sonido, tenía
prisa. El chico se aproximó hacia donde se oía aquello. Se escondió atrás de un
árbol y vio a un hombre encapuchado. “¿Quién será?”. El hombre misterioso, tras
caminar casi media hora, llegó a un pueblo. El ojiazul continuaba escondido.
“Por qué rayos persigo a ése tipo?”.
Aquel hombre se metió a un callejón.
Andrea, que estaba recargado en una pared a cierta distancia de él, vio que
alguien más se acercaba a ése sucio callejón.
-
Esto es tonto, debería estar planeado qué
decirle a Chencho y estar camino hacia su casa en vez de estar persiguiendo a
un tipo que nada tiene que ver – se dijo a sí mismo en voz alta.
Ya se disponía a irse cuando una
voz lo detuvo.
-
¡Ciao! ¿Para
qué querías verme?
“Yo conozco ésa voz “.
-
Eres muy cínico para preguntarme eso – dijo
enojado el chico encapuchado.
-
¿Yo? Dime, no sé de qué hablas – contestó
tranquilamente el recién llegado.
-
¡Tú…! Hablo de tu estúpido plan.
-
¡Ah! Eso.
-
Yo te apoyé para que tu familia dejara de ser
una vil bola de gente e hicieran algo más de su vida, ¿y así me pagas?
¡¿Traicionándome?! – la voz del encapuchado estaba llena de odio y rabia. – Me
las pagarás, Cavallone, esto no se quedará así.
“¿Cavallone?, ya sabía que
reconocía su voz”.
-
Me da igual lo que quieras hacer, tú familia
caerá ante Cavallone. Nunca confíes en alguien de la mafia. Ése ha sido tu
error y ahora perderás todo por lo que has luchado, S.
Una vez que el tipo dijo eso, se
fue así de rápido como había llegado. Andrea estaba paralizado. “¿Realmente mi
hermano tiene intenciones de seguir con aquel plan? ¿Quién era el hombre con el
que hablaba”? Mientras el pelinegro reflexionaba en lo que había pasado, el
chico del callejón se quitó lo que cubría su cabeza. Su rostro estaba rojo del
coraje. El viento otoñal movió su extraño cabello como si se moviera al ritmo
de sus emociones que clamaban sangre.
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